El mejor término para describir a "Tramp" es "catarsis". A pesar de ser oscuro y lleno de melancolía, el tercer álbum de Sharon Van Etten es más que triste: Es sobre la belleza de poder sentirse triste. Dentro del folk lleno de matices y texturas que entrega la produccion perfecta de Aaron Dessner de The National, la principal arma de la neoyorquina es su voz. Una mezcla de cantante lírica con solista de jazz vagabunda, que se transforma en un vehículo emocional que sobrecoge a quien la escuche. Van Etten puede pasar rápido de la fragilidad de "Give Out" (una máquina de hacer lágrimas) a la rabia de "Serpents" o la misticidad de "Magic Chords". "Tramp" es la voz de una mujer honesta en una ciudad llena de concreto. Un álbum simple, pero que no falla en su principal objetivo: emocionar. La cantante expulsa sus demonios en una obra maestra de composición y lírica, que seguramente la llevará a tener el reconocimiento que merece.
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